Al verse Mardonio en Atenas, llama a un tal Muriquides, natural de las riberas del Helesponto y le despacha a Salamina; encargado de la misma embajada que a los de Atenas había pasado Alejandro el macedonio. Determinose Mardonio a repetirles lo mismo no porque no diera por supuesto que le era contrario y enemigo el ánimo de los atenienses, sino porque se lisonjeaba de que, viendo ellos conquistada entonces el Ática a viva fuerza, y puesta su patria en manos del enemigo, cediendo de su tenacidad primera, volverían quizá en su acuerdo. Con tal mira, pues, envió a Muriquides a Salamina.