V

Presentado éste delante del Senado de los atenienses, expuso la embajada que de parte de Mardonio les traía. Entre aquellos senadores hubo cierto Lícidas, cuyo parecer fue que lo mejor sería admitir el partido que Muriquides les hacía y proponerlo a la junta del pueblo, ora fuera que él de suyo así opinase, ora bien se hubiese dejado sobornar con las dádivas de Mardonio. Pero los atenienses, así senadores como ciudadanos, al oírtal proposición, miráronla con tanto horror, que rodeando a Lícidas en aquel punto le hicieron morir a pedradas, sin hacer por otra parte mal alguno a Muriquides, mandándole solamente que se fuera luego de su presencia. El grande alboroto y ruido que sobre el hecho de Lícidas corría en Salamina llegó veloz a los oídos curiosos de las mujeres, quienes iban informándose de lo que pasaba; entonces, pues, de impulso propio, exhortando unas a las otras a que las siguieran, y corriendo todas juntas hacia la casa de Lícidas, hicieron morir a pedradas a la mujer de éste, juntamente con sus hijos, sin que nadie les hubiese movido a ello.

Share on Twitter Share on Facebook