De este Sófanes, natural del referido pueblo de Decelea, el más sobresaliente en la batalla entre los atenienses, se cuenta, bien que de dos maneras, una singular particularidad. Dicen de él los unos, que, con una cadena de bronce llevaba una áncora de hierro pendiente de su tahalí puesto sobre el peto, la cual solía echar al suelo al tiempo de ir a cerrar con su contrario, para que afianzado con ella, no pudieran moverle ni sacarle de su puesto los enemigos, por más que lo apretaran de recio, pero que una vez desordenados y rotos sus adversarios, volviendo a levantar y recobrar su ancla, les seguía los alcances. Cuéntanlo otros de un modo diferente, diciendo que llevaba sí una áncora, pero no de hierro, ni colgada de su peto con una cadena de bronce, sino remedada en el escudo, como una insignia, y que nunca cesaba de voltear y revolver el escudo.