LXXXII

Entonces corre la fama de que pasó un caso notable: dícese que al huir Jerjes de la Grecia, había dejado su propia recámara para el servicio de Mardonio. Viendo Pausanias aquel magnífico aparato, aquella tan rica repostería de vajilla de oro y plata, aquel pabellón adornado con tantos tapices y colgaduras de diferentes colores, dio orden a los panaderos, reposteros y cocineros persas de prepararle una cena al modo que solían prepararla para Mardonio. Habiendo ellos hecho lo que se les mandaba, dicen que Pasmado entonces Pausanias de ver allí aquellos lechos de oro y plata de tal suerte cubiertos, aquellas mesas de oro y plata asimismo, aquella vajilla y aparato de la cena tan espléndido y brillante, mandó a sus criados que le dispusiesen una cena a la Lacónica, para hacer mofa y escarnio de la prodigalidad persiana. Y como la diferencia de cena a cena fuese infinita, Pausanias con la risa en los labios iba mostrando a los generales griegos llamados al espectáculo una y otra mesa, hablándoles así al mismo tiempo: «Llamaros he querido, ilustres griegos, para que vieseis por vuestros ojos la locura de ese general de los medos, que hecho a vivir con esa profusión y lujo, ha querido venir a despojar a los Lacones, que tan parca y miserablemente nos tratamos.» Así se dice que habló Pausanias a los jefes griegos.

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