XXXIII

Ordenados, pues, los dos ejércitos así por naciones como por brigadas, unos y otros al día siguiente iban haciendo sus sacrificios para el buen éxito de la acción. En el campo de los griegos el sacrificador adivino que seguía a la armada era un tal Tisameno, hijo de Antíoco y de patria eleo, quien siendo de la familia agorera de los Iamidas, había logrado naturaleza entre los lacedemonios. En cierta ocasión, consultando Tisameno al oráculo sobre si tendría o no sucesión, respondióle la Pitia que saldría superior en cinco contiendas de sumo empeño; mas como él no diese en el blanco de aquel misterio, aplicóse a los ejercicios de la gimnástica, persuadido de que lograría salir vencedor en las justas o juegos gímnicos de la Grecia. Y con efecto, hubiera él obtenido en los juegos olímpicos en que había salido a la contienda la palma en el Pnetazo o ejercicio de aquellos cinco juegos, si Hierónimo Andrio, su antagonista, no le hubiera vencido, bien que en uno sólo de ellos, que fue el de la lucha. Sabedores los lacedemonios del oráculo, y al mismo tiempo persuadidos de que las contiendas en que vencería Tisameno no deberían de ser de fiestas gímnicas sino marciales justas, procuraban atraerlo con dinero para que fuese conductor de sus tropas contra los enemigos en compañía de sus reyes los Heráclidas. Viendo el hábil adivino lo mucho que se interesaban en ganársele por amigo, mucho más se hacía de rogar, protestando que ni con dinero ni con ninguna otra propuesta convendría en lo que de él pretendían, a menos que no le dieran el derecho de ciudadanía con todos los privilegios de los espartanos. Desde luego pareció muy mal a los lacedemonios la pretensión del adivino, y se olvidaron de agüeros y de victorias prometidas; pero viéndose al cabo amenazados y atemorizados con la guerra inminente del persa, volvieron a instarle de nuevo. Entonces, aprovechándose de la ocasión, y viendo Tisameno cambiados a los lacedemonios y de nuevo muy empeñados en su pretensión, no se detuvo ya en las primeras propuestas, añadiéndoles ser preciso que a su hermano Egias se le hiciera espartano no menos que a él mismo.

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