Paréceme que en este empeño quería Tisameno imitar a Melampo, quien antes se había atrevido en un lance semejante a pretender en otra ciudad la soberanía, no ya la naturaleza, pues como los argivos, cuyas mujeres se veían generalmente asaltadas de furor y manía, convidasen con dinero a Melampo para que, viniendo de Pilo a Argos, viese de librarlas de aquel accidente de locura, este astuto médico no pidió menor recompensa que la mitad del reino o dominio. No convinieron en ello los argivos; pero viendo al regresar a la ciudad que sus mujeres de día en día se les volvían más furiosas, cediendo al cabo a lo que pretendía Melampo, presentáronse a él y le dieron cuanto pedía. Cuando Melampo los vio cambiados, subiendo de punto en sus pretensiones, les dijo que no les daría gusto sino con la condición de que diesen a Biante, su hermano, la tercera parte del reino; y puestos los argivos en aquel tranco tan estrecho, vinieron en concedérselo todo.