Cuando el tebano dio a Mardonio este aviso, ocho días hacía ya que los dos campos se hallaban allí fijos uno enfrente de otro. Pareció el consejo tan oportuno, que aquella misma noche destacó Mardonio su caballería hacia las quebradas del Citerón por la parte de Platea, a las que dan los beocios el nombre de los Tres Cabos, y los atenienses llaman los Cabos de la Encina. No hicieron en vano su viaje, pues topó allí la caballería al salir a la llanura con una recua de 500 bagajes, los cuales venían desde Peloponeso cargados de trigo para el ejército, cogiendo con ella a los arrieros y conductores de las cargas. Dueños ya los persas de la recua, llevábanlo todo a sangre y fuego, sin perdonar ni a las bestias ni a los hombres que las conducían, hasta tanto que cansados ya de matar a todo su placer, cargando con lo que allí quedaba, volviéronse con el botín hacia los reales de Mardonio.