XXXVIII

Pero este fin desgraciado sucedió a Hegesístrato mucho después de la jornada y batalla de Platea. Entonces, pues, como decía, asalariado por Mardonio con una paga no pequeña, sacrificaba Hegesístrato con mucho empeño y desvelo, nacido en parte del odio a los lacedemonios, en parte del amor propio de su interés. En esta sazón, como por un lado ni a los persas se les declarasen de buen agüero sus sacrificios, ni a los griegos con ellos acampados fuesen tampoco favorables los suyos (pues también éstos tenían aparte su adivino, natural de Leucadia y por nombre Hipómaco), y como por otro lado, concurriendo de cada día al campo más y más griegos, se engrosase mucho su ejército, un tal Timegénides, hijo de Herpis, de patria tebano, previno a Mardonio que convenía ocupar con algunos destacamentos los desfiladeros del Citerón, diciéndole, que puesto que venían por ellos diariamente nuevas tropas de griegos, le sería fácil así interceptar muchos de ellos.

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