Llegando los persas con su armada, abordaron en las playas de Eretria contra su bosque sagrado, contra Quereas y contra Egilia. Aportados a estos lugares, desembarcaron desde luego sus caballos, formándose ellos mismos en escuadrones como dispuestos a entrar en acción con los enemigos. Habían resuelto los Eretrios no salirles al encuentro ni cerrar con el enemigo, antes ponían todo su cuidado en fortificar y guardar sus muros, pues había prevalecido el parecer de los que no querían desamparar la plaza. Hacíase con la mayor actividad el ataque de los persas y la defensa de los sitiados; de suerte que durante seis días cayeron muchos de una y otra parte. Pero llegado el séptimo, dos sujetos principales, Euforbo, hijo de Alcímaco, y Filargo, hijo de Cineas, entregaron alevosamente la ciudad a los persas, quienes, entrando en ella, primeramente pegaron fuego a los templos, vengando las llamas con que habían ardido los de Sardes, y después, conforme las órdenes de Darío, redujeron al estado de cautivos a sus moradores.