CIX

No convenían en sus pareceres los generales atenienses: decían unos que no era apropósito entrar en batalla, siendo pocos para combatir con el ejército de los medos; los otros, con quienes asentía Milcíades, exhortaban el combate. Viendo los votos encontrados, y que iba a prevalecer el partido peor, entonces Milcíades tomó el expediente de hablar aparte al Polemarco. Era él Polemarco, (o general de armas) un magistrado que había sido nombrado en Atenas a pluralidad de votos para que diese su parecer en el undécimo lugar después de los diez generales, y al cual daban antiguamente los atenienses la misma voz en las decisiones que a los estrategos o generales: ocupaba entonces aquella dignidad Calímaco Afidneo, a quien habló así Milcíades: —«En tu mano está ahora, Calímaco, o el reducir a Atenas a servidumbre, o conservarla independiente y libre, dejando con esto a toda la posteridad un monumento igual al que dejaron Harmodio y Aristogitón. Bien ves que es este el mayor peligro en que nunca se vieron hasta aquí los atenienses: si caen bajo de los medos, conocido es lo que tendrán que sufrir entregados a Hipias; pero si la ciudad vence, llegará con esto a ser la primera y principal de las ciudades griegas. Voy a decirte cómo cabe muy bien que suceda lo que dije, y cómo la suma de todo ello viene a depender de tu arbitrio. Los votos de los generales, que aquí somos diez, están encontrados y empatados: quieren los unos que se dé la batalla; los otros lo resisten. Si no la damos, temo no se levante en Atenas alguna gran sedición que pervierta los ánimos y nos obligue a entregarnos al medo; pero si la damos antes que algunos atenienses se dejen corromper, espero en los dioses y en la justicia de la causa, que podremos salir del combate victoriosos. Dígole, pues, que todo al presente estriba en ti, y depende de tu voto: si votas a mi favor, por ti queda libre tu patria, y por ti vendrá a ser la ciudad primera y la capital de la Grecia; pero si sigues el parecer de los que no aprueban el choque, sin duda serás el autor de tanto mal cuanto es el bien contrario que acabo de expresarte.»

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