CVIII

En esto, como Hipias infería, había venido a parar todo su sueño. Estaban los atenienses formados en escuadrones en el templo de Hércules, cuando vinieron a juntarse en su socorro todos los de Platea que podían tomar las armas, como hombres que se habían entregado los atenienses, y por quienes los atenienses, puestos a peligro repetidas veces, mucho habían sufrido. La ocasión de entregarse a Atenas fue la siguiente: hallábanse los plateenses acosados por los tebanos, y desde luego quisieron ponerse bajo el imperio de Cleomenes, hijo de Anaxandrides, dándose a los lacedemonios que casualmente se les habían presentado, pero no queriendo éstos admitirles, les dijeron: —«Nosotros vivimos muy lejos; sería nuestro socorro un triste consuelo para vosotros: muchas veces os veríais presos antes que nosotros pudiéramos saber lo que pasase. El consejo que os damos es que os entreguéis a los atenienses; son vuestros vecinos, y no desaventajados para protectores.» Este consejo de los lacedemonios no tanto nacía de afecto que tuviesen a los de Platea, cuanto del deseo de inquietar a los atenienses, enemistándoles con los beocios. No fue vano el aviso de los lacedemonios, porque gobernados por él los de Platea, esperando el día en que los atenienses sacrificaban a los doce dioses, presentáronseles en traje de suplicantes a las mismas aras, e hiciéronles donación de sus haciendas y personas. Habida esta noticia, movieron los tebanos sus armas contra los de Platea, y los atenienses acudieron a su defensa. Estando ya a punto de acometerse los ejércitos, impidiéronselo los corintios, quienes interponiéndose por medianeros, y comprometiéndose a su arbitrio los dos partidos, señalaron los límites de la región de manera que los de Tebas no pudieran obligar a ser alistados o incorporados en los dominios de Beocia a los beocios que no quisiesen serlo: así lo determinaron los corintios, y se volvieron. Al tiempo que los atenienses retiraban sus tropas, dejáronse caer sobre ellas los beocios, pero fueron vencidos en la refriega: de donde resultó que los atenienses, pasando más allá de los términos que los corintios habían señalado a los de Platea, quisieron que el mismo río Asopo sirviese de límites a los tebanos por la parte que mira a Hisias y a Platea. Tal fue la manera como los plateenses se alistaron entre los vasallos de los atenienses, a cuyo socorro vinieron entonces a Maratón.

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