Con este discurso Milcíades trajo a Calímaco a su partido, con la adición de cuyo voto quedó decretado el combate. Los generales cuyo parecer había sido que se diese la batalla, cada cual en el día en que les tocaba la Pritania (o mando del ejército) cedían sus veces a Milcíades, quien, aunque lo aceptaba, no quiso con todo cerrar con el enemigo hasta el día mismo en que por su turno la tocaba de derecho la Pritania.