Cuando los fenicios presentaron la batalla, saliéronles a recibir los jonios formados en dos alas. Llegadas a tiro las armadas y empezada la acción, no puedo de fijo decir cuáles fueron los jonios que se portaron bien, y cuáles los que obraron mal en la refriega, pues los unos culpan a los otros, y todos se disculpaban a sí mismos. Es fama que entonces los samios, según con Eaces lo tenían concertado, saliéndose de la línea a velas tendidas, se fueron navegando hacia Samos, no quedando más que once naves de su escuadra. Los capitanes de estas últimas, no habiendo querido obedecer a sus generales y manteniéndose en su puesto, entraron en batalla; y el común de los samios, en atención a este hecho, les honró después haciendo que se grabasen en una columna los nombres de los mismos capitanes y los de sus padres, queriendo dar en aquel monumento un público testimonio de que fueron hombres de bien y de mucho valor. Viendo los lesbios que los que tenían inmediatos huían de la batalla, hicieron lo mismo que los samios, imitándoles la mayor parte de los jonios.