CCXII

Dícese que el rey, que estuvo mirando todas aquellas embestidas del combate, por tres veces distintas saltó del trono con mucha precipitación receloso de perder allí su ejército. Tal fue por entonces el tenor de la contienda: el día después nada mejor les salió a los bárbaros el combate, al cual volvieron muy confiados de que, siendo tan pocos los enemigos, estarían tan llenos de heridas que ni fuerza tendrían para tomar las armas ni levantar los brazos. Pero los griegos, ordenados en diferentes cuerpos y repartidos por naciones, iban entrando por orden en la refriega, faltando sólo los focenses, que habían sido destacados en la montaña para guardar una senda que allí había. Así que, viendo los persas que tan mal les iba el segundo día come les había ido el primero, se fueron otra vez retirando.

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