El primer aviso que tuvieron los griegos que se hallaban en Termópilas, fue el que les dio el adivino Megistias, quien, observando las víctimas sacrificadas, les dijo que al asomar la aurora les esperaba la muerte. Llegáronles después unos desertores, que les dieron cuenta del giro que hacían los persas, aviso que tuvieron aun durante la noche. En tercer lugar, cuando iba ya apuntando el día, corrieron hacia ellos con la misma nueva sus centinelas diurnas, bajando de las atalayas. Entrando entonces los griegos en consejo sobre el caso, dividiéronse en varios pareceres: los unos juzgaban no convenía dejar el puesto, y los otros porfiaban en que se dejase; de donde resultó que, discordes entre sí, retiráronse, los unos y separados se volvieron a sus respectivas ciudades, y los otros se dispusieron para quedarse a pié firme en compañía de Leonidas.