Aludía el oráculo a lo que se dice de Minos, quien habiendo llegado en busca de Dédalo a Sicania, que ahora llamamos Sicilia, acabó allí sus días con una muerte violenta; que pasado algún tiempo, los Cretenses, a quienes Dios incitaba a la venganza, todos de común acuerdo, excepto solamente los Policnitanos y los Presios, pasando a Sicilia con una poderosa armada, sitiaron por cinco años a la ciudad de Camico que poseen al presente los de Agrigento; pero como al cabo ni la pudiesen rendir ni prolongar más el sitio por falta de víveres, la dejaron libre y se volvieron. Que cuando en su navegación estuvieron en las costas de la Yapigia, les cogió una tempestad que los arrojó a la playa, y que perdidas en el naufragio o fracasadas las naves, como les pareciese imposible el regreso a Creta, se vieron precisados a quedarse allí en la ciudad de Hiria, que fundaron ellos mismos, en donde, mudándose el nombre, en vez de Cretas se llamaron Yapiges Mesarios, y dejando de ser isleños, se hicieron moradores de tierra firme. Que desde Hiria salieron a fundar otras ciudades, de donde como mucho tiempo después quisiesen desalojarlos los Tarentinos, fueron rotos y deshechos totalmente, de suerte que la matanza así de los de Regio como de los de Tarento allí sucedida, fue la mayor de cuantas sepa yo haber padecido los griegos; pues entonces fue cuando 3.000 ciudadanos de Regio a quienes Micito, hijo de Quero, obligó a tomar las armas en socorro de los Tarentinos, perecieron del mismo modo que sus aliados; si bien no pudo hacerse el cómputo de los Tarentinos que allí murieron. Y este Micito de que hablo fue aquel que, siendo criado de la familia de Anaxilao, se quedó por gobernador de Regio, de donde arrojado después pasó a Tegea la de los arcades, y erigió en Olimpo muchas estatuas.