CLXXXIX

Es fama común que los atenienses, avisados por un nuevo oráculo que acababa de venirles, en que les decía que llamasen en su asistencia y socorro al yerno, invocaron con ruegos al Bóreas; pues que, según la tradición de los griegos, el viento o dios Bóreas estaba casado con una dama ática por nombre Oritia, hija de Erecteo. Movidos, pues, de tal parentesco, que la fama pública dio por valedero, conjeturaban los atenienses que seria el Bóreas aquel yerno del oráculo, y hallándose con la armada apostados en Calcida, ciudad de Eubea, luego que vieron iba arreciando la tormenta, o quizá antes que la tormenta naciese, invocaban en sus sacrificios al Bóreas y a Oritia que soplasen en su favor, y que hicieran fracasar las naves de los bárbaros, como antes lo habían hecho cerca de Atos. Si fue por estos ruegos y motivos que cargase el Bóreas sobre los bárbaros anclados, no puedo decirlo; sólo digo que pretenden los atenienses que así como antes les había socorrido el Bóreas, él mismo fue entonces el que tales estragos a favor suyo ejecutó. Lo cierto es, que después de partidos de allí edificaron un templo a Bóreas cerca del río Iliso.

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