Corre en efecto una tradición que en lo antiguo era la Tesalia toda una gran laguna cerrada por todas partes con unos muy elevados montes, porque por la parte que mira a Levante la ciñen dos montes, el Pelión y el Osa, cuyas raíces están entre sí pegadas; por la parte del Bóreas la rodea el Olimpo; por la de Poniente el Pindo, y por la de Mediodía y del Noto el Otris: lo que en medio resta circuido por dichos montes, era la Tesalia, comarca, de tierra baja. Concurren, pues, hacia ella, dejando aparte otros ríos, estos cinco muy célebres: el Penco, el Apidaño, el Onocono, el Enipeo y el Pamiso, los cuales bajando de los mencionados montes que rodean de todas partes la Tesalia, y juntándose en aquella llanura, dirigen todos al cabo su curso hacia el mismo valle, y éste bien angosto confundiendo sus aguas en una corriente. Desde el lugar en que se juntan álzase el Penco con el nombre de los demás, haciendo anónimos a los otros. Es fama, pues, que ya en los tiempos antiguos, no existiendo todavía aquel barranco, ni teniendo el agua salida por él, concurrían allá con sus aguas los mismos ríos que ahora, y a más de ellos la laguna Bebeida; de suerte que no teniendo dichos ríos los mismos nombres que al presente tienen, llevaban la misma agua y hacían con ella de la Tesalia toda una gran llanura de mar. Los tésalos mismos dicen que Neptuno fue quien abrió el canal por donde corre el Penco; y razón tienen en lo que dicen, pues cualquiera que crea a Neptuno el dios de los terremotos, cuyas obras sean las aberturas que estos producen, no ha menester más que ver aquella quebrada, para decir que es cosa hecha por Neptuno, siendo a mi parecer efecto de algún terremoto, la separación de aquellos montes.