XIII

Luego que amaneció otro día, sin hacer caso ninguno de su sueño, llamó a junta a los mismos persas que antes había convocado, y les habló en estos términos: —«Os pido, persas míos, que disimuléis conmigo si tan presto me veis mudar de parecer. Confieso que no he llegado aún a lo sumo de la prudencia, y os hago saber que no me dejan un punto los que me aconsejan lo que ayer propuse. Lo mismo fue oír el parecer de Artabano que sentir en mis venas un ardor juvenil que me hizo prorrumpir en expresiones insolentes, que contra un varón anciano no debía yo proferir. Reconozco ahora mi falta, y en prueba de ello sigo su parecer. Así que estaos quietos, que yo revoco la orden de hacer la guerra a la Grecia.» Los persas, llenos de gozo al oír esto, le hicieron una profunda reverencia.

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