Lo mismo fue oír los griegos que se hallaban en Salamina juntos en consejo lo que pasaba en la ciudadela de Atenas, que moverse entre los mismos un gran alboroto y confusión, tal que algunos de los jefes principales, sin esperar que se viniese a la votación y último acuerdo de lo que se deliberaba, saltaron de repente a sus galeras e iban desplegando las velas para partir luego, y los demás que se quedaron en la junta acordaron que se diese la batalla delante del istmo. Vino en fin la noche, y disuelto el congreso, retiráronse a las naves.