LVIII

Penetróse mucho Temístocles del aviso, y cuadróle la idea de suerte, que sin contestarle ni una sola palabra, váse a la nave de Euribiades, y dícele desde su esquife que tenia un negocio público que tratar con él. Euribiades, mandándole subir a bordo, convídale a que diga lo que quiera comunicar. Temístocles, sentándose a su lado, le propone cuanto había oído de boca de Mnesifilo, apropiándose la idea y añadiendo muchas otras cosas y razones, ni paró hasta tanto que, haciéndolo mudar de parecer, le redujo con sus ruegos a que saltase a tierra y llamase a los generales a congreso.

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