Volviendo a las tropas que servían en la armada de Jerjes, después que desde Traquina, donde habían contemplado el destrozo y carniceríahecha en los lacedemonios, pasaron a Histiea, detuviéronse en ella tres días después de los cuales navegaron por el Euripo, y al cabo de otros tres se hallaron en Falero, puerto que era de Atenas: y a lo que creo, no fue menor el número de las tropas que vino contra Atenas, así de las de tierra como de las de mar, de lo que había sido aquel con que habían antes llegado a Sepiada y a Termópilas; porque debo aquí sustituir al número de las que en la tormenta se perdieron, de las que perecieron en Termópilas y de las que murieron en los combates navales cerca de Artemisio, los Melienses, los dorios, los Locros y los beocios, pueblos que con todas sus milicias venían incorporados en el grueso del ejército, sacados solamente los de Tespia y los de Platea. Debo añadir también los caristios, los Andrios, los Tenios y todos los demás isleños, fuera de aquellas cinco ciudades de quienes hice antes mención, llamándolas por su nombre. Y lo cierto es que cuanto más iba internándose el persa dentro de la Grecia, tantas más eran las naciones que le iban acompañando.