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Cuando los soldados de Jerjes, así como los generales, les vieron venir contra sí con tan pocas galeras, tomándoles por unos insensatos, dispusieron por su parte las naves, confiados de que con mucha facilidad les apresarían, y confiados no sin mucho fundamento, viendo cuán pocas eran las galeras de los griegos, y que las suyas propias, siendo en número superiores, les hacían también ventaja en la velocidad. Por esto, pues, y por el desprecio que de los griegos hacían, cerráronles en medio de su escuadra. Entonces aquellos jonios, que en su interior favorecían a los griegos, y que a despecho suyo militaban contra ellos, tuviéronles mucha compasión viéndoles rodeados de naves enemigas, y dando por cierto que ni uno podría escapárseles: tan flacas les parecían las fuerzas de la armada griega. Pero todos los que se alegraban de verles metidos en aquel trance, iban a porfía a ver quién sería el primero que apresase una galera ática, esperando ser por ello del rey galardonados, pues entre las tropas del enemigo era mucha la fama y reputación de los atenienses.

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