Escogiendo Temístocles entonces de la escuadra de Atenas las naves más ligeras, fue siguiendo con ellas los lugares de la aguada, dejando grabadas en las piedras vecinas a la misma unas letras, que llegados el día después a Artemisio pudieran leer los jonios. Decían así las letras: «Varones jonios, no obráis bien en hacer guerra a vuestros padres y mayores, ni en reducir la Grecia a servidumbre. La razón quiere que os pongáis de parte nuestra. Y si no tenéis ya en vuestra mano hacerlo así, por lo menos podéis aun ahora retiraros vosotros mismos de la armada que nos persigue, y pedir a los carios que hagan lo que os vieren hacer; y si ni lo uno ni lo otro pudiereis ejecutar por hallaros tan agobiados con ese yugo, y tan estrechamente atados que no podáis levantaros contra el persa, lo que sin falta podréis hacer es, que entrando en algún combate, os lo estéis mirando con vigilante descuido, teniendo presente que sois nuestros descendientes y sois aún la causa del odio que desde el principio nos cobró ese bárbaro.» A decir lo que sospecho, esto lo escribía Temístocles con estilo doble y con un rasgo de política finísima, o para lograr que los jonios, desertando del persa, se pasasen a su armada, si no llegaban las letras a oídos del rey, o para que éste tuviese por sospechosos a los jonios y les impidiese entrar en batalla naval, si le contaban lo acaecido y ponían mal a sus ojos la fe de los jonios.