Capítulo II. Cómo Plácido ganó el monte Itaburio.

Con el cuidado que Vespasiano tenía del cerco, no dejó de proveer en lo demás contra aquellos que habían ocupado el monte Itaburio, el cual está entre la ciudad de Escitópolis y un gran campo; levántase treinta estadíos en alto por la parte de Septentrión: no es posible llegar a él en lo alto; extiéndese lo llano hasta veinte estadíos, y estaba todo cercado de muro. Este cerco tan grande mandó hacer Josefo dentro de cuarenta días, dándole materia y aparejo necesario para ello los lugares que abajo estaban, porque arriba no tenían otra agua sino la que del cielo venía. Habiéndose, pues, juntado aquí gran número de judíos, Vespasiano envié allá a Plácido con seiscientos caballos.

Este no podía hallar manera para tomar este monte: a muchos aconsejaba que se concertasen, y prometiéndoles per­dón, los amonestaba que quisiesen la paz. Ellos también des­cendían de él, pero con asechanzas y para hacerle daño; por­que Plácido les hablaba mansamente y con toda amistad, por moverles a que descendiesen a lo bajo y allí tomarlos a su voluntad; y ellos, mostrando quererle obedecer y complacer­le en lo que quería, llegábanse a él por tomarlo descuidado. Pero el saber y astucia de Plácido pudo más y venció, porque comenzando la pelea los judíos, hizo como que huyese; y moviendo con esto a los judíos que le persiguiesen hasta llegar al campo grande, vuelve contra ellos todos los de a caballo, y haciendo huir muchos, mató también algunos, y detuvo a la otra muchedumbre para que no subiese. Por esto los otros, dejando el monte Itaburio, recogíanse hacia Jerusalén. Los naturales de allí tomaron la palabra de Plácido, y por haber­les faltado el agua, rindiéronse y entregáronle también el monte.

Con el cuidado que Vespasiano tenía del cerco, no dejó de proveer en lo demás contra aquellos que habían ocupado el monte Itaburio, el cual está entre la ciudad de Escitópolis y un gran campo; levántase treinta estadíos en alto por la parte de Septentrión: no es posible llegar a él en lo alto; extiéndese lo llano hasta veinte estadíos, y estaba todo cercado de muro. Este cerco tan grande mandó hacer Josefo dentro de cuarenta días, dándole materia y aparejo necesario para ello los lugares que abajo estaban, porque arriba no tenían otra agua sino la que del cielo venía. Habiéndose, pues, juntado aquí gran número de judíos, Vespasiano envié allá a Plácido con seiscientos caballos.

Este no podía hallar manera para tomar este monte: a muchos aconsejaba que se concertasen, y prometiéndoles per­dón, los amonestaba que quisiesen la paz. Ellos también des­cendían de él, pero con asechanzas y para hacerle daño; por­que Plácido les hablaba mansamente y con toda amistad, por moverles a que descendiesen a lo bajo y allí tomarlos a su voluntad; y ellos, mostrando quererle obedecer y complacer­le en lo que quería, llegábanse a él por tomarlo descuidado. Pero el saber y astucia de Plácido pudo más y venció, porque comenzando la pelea los judíos, hizo como que huyese; y moviendo con esto a los judíos que le persiguiesen hasta llegar al campo grande, vuelve contra ellos todos los de a caballo, y haciendo huir muchos, mató también algunos, y detuvo a la otra muchedumbre para que no subiese. Por esto los otros, dejando el monte Itaburio, recogíanse hacia Jerusalén. Los naturales de allí tomaron la palabra de Plácido, y por haber­les faltado el agua, rindiéronse y entregáronle también el monte.

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