Capítulo IX. De las discordias y diferencias de los romanos después de la muerte de César, y de las asechanzas y engaños de Malico.

En el mismo tiempo se levantó gran guerra entre los ro­manos por engaños de Casio y de Bruto, muerto César después de haber tenido aquel principado tres años y siete meses. Mo­vido, pues, muy gran levantamiento por la muerte de éste, y estando los principales hombres muy discordes entre sí, cada uno se movía por su propia esperanza a lo que veían y pensaban ser lo mejor y más cómodo. Así vino Casio a Siria por ocupar y tomar bajo sí los soldados que estaban en el cerco de Apamia, donde hizo amigos a Marco y a toda la gente que estaba en discordia con Baso, y libró del cerco la ciudad. Llevándose el ejército, ponía pecho a las ciudades que por allí habla, sin tener medida en lo que pedía. Habiendo, pues, mandado a los judíos que ellos también le diesen setecientos talentos, te­miendo Antipatro sus amenazas, dió cargo de llevar aquel dinero a sus hijos y amigos, principalmente a un amigo suyo llamado Malico; tanto le apretaba la necesidad.

Herodes, por su parte, trajo de Galilea cien talentos, con los cuales ganó el favor de Casio, por lo cual era contado por uno de los amigos suyos mayores. Pero reprendiendo a los demás porque tardaban, enojábase con las ciudades, y habiendo destruido por esta causa a Gophna y Amahunta y otras dos ciudades, las más pequeñas y que menos valían, venía como para matar a Malico, por haber sido más flojo y más remiso en buscar y pedir el dinero, de lo que él tenía necesidad. Pero Antipatro socorrió a la necesidad de éste y de las otras ciuda­des, amansando a Casio con cien talentos que le envió.

Después de la partida de Casio, no se acordó Malico de los beneficios que Antipatro le había hecho, antes buscaba peligros y ocasiones muchas para echar a perder a Antipatro, al cual solía él llamar defensor y protector suyo, trabajando por romper el freno de su maldad y quitar del mundo a aquel que le impedía que ejecutase sus malos deseos. De esta manera Antípatro, temiéndose de su fuerza, de su poder y de su mafia, pasó el río Jordán, para allegar ejército con el cual se pudiese vengar de las injurias. Descubierto Malico, venció con su desvergüenza a los hijos de Antipatro, tomándoles des­cuidados, porque importunó a Faselo, que estaba por capitán en Jerusalén, y a Herodes, que tenía cargo de las armas, con muchas excusas y sacramentos que lo reconciliasen con Anti­patro por intercesión y medio de ellos mismos. Y vencido otra vez nuevamente Marco por los ruegos de Antipatro, estando por capitán de la gente de guerra en Siria, fué perdonado Malico, habiendo Marco determinado matarlo, por haber tra­bajado en revolver las cosas e innovar el estado que tenían.

Guerreando el mancebo César y Antonio con Bruto y con Casio, Marco y Casio, que habían juntado un ejército en Siria, ¡por haberlos ayudado mucho Herodes en tiempo que tenían necesidad, hácenlo7 procurador de toda Siria, dándole parte de la gente de a caballo y de a pie, y Casio le prometió que, si la guerra se acababa, pondría también en su regimiento todo el reino de Judea.

Pero después aconteció que la esperanza y fortaleza del hijo fuese causa de la muerte a su padre Antipatro. Porque Malico, por miedo de éstos, habiendo sobornado y corrompido a un criado de los del rey, dándole mucho dinero le persuadió que le diese ponzoña junto con lo que había de beber. Y la muerte de éste después del convite fué premio y paga de la gran injusticia de Malico, habiendo sido varón esforzado y muy idóneo para el gobierno de las cosas, el cual había cobrado y conservado el reino para Hircano.

Viendo Malico enojado y levantado al pueblo por la sos­pecha que tenía de haber muerto con ponzoña al rey, trabajaba en aplacarlo con negar el hecho, y buscaba gente de armas para poder estar más seguro y más fuerte; porque no pensaba que Herodes había de cesar ni reposarse, sin venir con grande ejército, por vengar la muerte de su padre. Pero por consejo de su hermano Faselo, el cual decía que no le debían perseguir públicamente por no revolver el pueblo, y también porque Malico hacía diligencias para excusarse, recibiendo con la pa­ciencia que mejor pudo la excusa y dándole libre de toda sos­pecha, celebró honradísimamente las exequias al enterramiento de su padre.

Vuelto después a Samaria, apaciguó la ciudad, que se habla revuelto y casi levantado, y para las fiestas volvíase a Jeru­salén, habiendo primero enviado gente de armas, y acompañado de ella también; Hircano le prohibió llegar, persuadiéndolo Malico por el miedo que tenía que entrase con gente extranjera entre los ciudadanos que celebraban casta y santamente su fiesta. Pero Herodes, menospreciando el mandamiento y aun a quien se lo mandaba también, entróse de noche. Presentán­dose Malico delante, lloraba la muerte de Antipatro. Herodes, por el contrario, padeciendo dentro de su ánima aquel dolor, disimulaba el engaño como mejor podía. Pero quejóse por cartas de la muerte de su padre con Casio, a quien era Malico por esta causa muy aborrecido. Respondióle finalmente, no sólo que se vengase de la muerte de su padre, sino también mandó secretamente a todos los tribunos y gobernadores que tenía bajo de su mando, que ayudasen a Herodes en aquella causa que tan justa era. Y porque después de tomada Laodicea venían a Herodes los principales con dones y con coronas, él tenía determinado este tiempo para la venganza. Malico pen­saba que había esto de ser en Tiro, por lo cual determinó sacar a su hijo, que estaba entre los tirios por rehenes, y huir él a Judea. Y por estar desesperado de su salud, pensaba cosas grandes y más importantes; porque confió que había de re­volver la gente de los judíos contra los romanos, estando Casio ocupado en la guerra contra Antonio, y que echando a Hircano alcanzaría fácilmente el reino. Por lo que sus hados tenían determinado, se burlaba de su esperanza vana; porque sospe­chando Herodes fácilmente lo que había determinado éste en su ánimo y de cuanto trataba, llamó a él y a Hircano que viniesen a cenar con él, y luego envía uno de los criados con pretexto de que fuese a aparejar el convite; pero mandóle que fuese a avisar a los tribunos y gobernadores, que le saliesen como espías. Ellos entonces, acordándose de lo que Casio les había mandado, sálenle al encuentro, todos armados, a la ribera cercana de la ciudad, y rodeando a Malico, diéronle tantas heridas, que lo mataron.

Espantóse Hircano y perdió el ánimo en oír esto; pero re­cobrándose algún poco y volviendo apenas en su sentido, pre­guntaba a Herodes que quién había muerto a Malico, y res­pondió uno de los tribunos que el mandamiento de Casio. "Ciertamente, dijo, Casio me guarda a mí y a mi reino salvo, pues él mató a aquel que buscaba la muerte a entrambos"; pero no se sabe si lo dijo de ánimo y de su corazón, o porque el temor que tenía le hacía aprobar el hecho. Y de esta manera tomó Herodes venganza de Malico.

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