Capítulo V. De la laguna del Asfalte.

Digna cosa pienso será, que sea contada y declarada la naturaleza de la laguna Asfalte. Esta es salada y muy estéril, y las cosas que de sí son muy pesadas, echadas en este lago se hacen muy ligeras, y salen sobre el agua, y apenas hay quien se pueda ahondar ni ahogar en lo hondo de ella.

Vespasiano, que había venido allí por verla, mandó que fuesen echados en ella hombres que no supiesen nadar, con entrambas manos atadas a las espaldas; e hízolos echar de alto que cayesen en la laguna, y sucedió que todos volvieron, como por fuerza del aire, a parecer encima del agua. Múdase también el color de esta agua maravillosamente tres veces cada día, y resplandece de diversos colores con los rayos del sol: echa de sí como terrones de pez en muchas partes, los cuales van nadando por encima del agua tan grandes como toros sin cabezas, o por lo menos muy semejantes.

Los que conocen y saben de esta laguna, vienen a coger lo que haber pueden de la pez, y llévanselo a las naos; pero aunque cuando la toman y ponen en ellas está entonces más amiga y más blanda, después no pueden romperla, antes pa­rece que tiene atado el navío, hasta tanto que con la orina y purgación de la mujer se despega.

No es sólo provechosa para las naos, sino también se pone de ella en muchas cosas para curas y medicinas del cuerpo humano: tiene este lago quinientos ochenta estadios de largo, y extiéndese hasta Zoara, ciudad de Arabia, y tiene de ancho ciento cincuenta estadios.

Vecina es de este lago la tierra de Sodoma, fértil en otro tiempo, tanto en sus frutos como en la riqueza; ahora toda está quemada, y tiénese por cierto haber sucedido, y haber sido destruida por la impiedad e injusticia grande de los que allí habitaban, con rayos y con fuego del cielo, pues aun hoy hay señales y reliquias de este fuego enviado por Dios, y puédense ver aún las señales de los cinco lugares o ciudades; y los frutos que nacen en aquellas cenizas son de los colores de ellas, no menos aparentes que si fuesen muy buenos para comer.; pero en las manos del que los toma se resuelven en ceniza y en humo: por lo que parece ahora en la tierra de Sodoma, se cree fácilmente ser así lo que fué y pasó en ella.

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