1. Solón, hijo de Execestides, natural de Salamina, quitó a los atenienses el gravamen que llamaban sisactia, que era una especie de redención de personas y bienes. Hacíase comercio de personas, y muchos servían por pobreza. Debíanse siete talentos al patrimonio de Solón; perdonó a los deudores, y movió a los demás con su ejemplo a ejecutar lo mismo. Esta ley se llamó sisactia, la razón de cuyo nombre es evidente (28). Pasó de allí a establecer otras leyes (cuyo catálogo sería largo de formar), y las publicó escritas en tablas de madera (29).
2. Célebre fue también otro hecho suyo. Disputábanse con las armas los atenienses y megarenses la isla de Salamina, su patria, hasta que habiéndose ya derramado mucha sangre, comenzó a ser delito capital en Atenas proponer la adquisición de Salamina por medio de las armas. Entonces Solón, fingiéndose loco repentinamente, salió coronado a la plaza donde, leyendo por medio de un pregonero a los atenienses ciertas elegías que había compuesto sobre Salamina, los conmovió de modo que renovaron la guerra a los megarenses y los vencieron, por esta sutileza de Solón. Los versos con que principalmente indujo a los atenienses son éstos:
Primero que ateniense, ser quisiera
isleño folegandrio o sicinita.
Aun por ellas la patria permutara,
puesto que ha de decirse entre los hombres:
«Éste es un ateniense de los muchos
que a Salamina abandonada dejan.»
Y después:
Vamos a pelear por Salamina,
isla rica y preciosa, vindicando
el gran borrón que nuestro honor padece.
3. Indujo también a los atenienses a que tomasen el Quersoneso Táurico. Para que no pareciese que los atenienses habían tomado Salamina sólo por la fuerza y no por derecho, abrió diferentes sepulcros e hizo ver que los cadáveres estaban sepultados de cara al Oriente, lo cual era rito de los atenienses en enterrar sus muertos. Lo mismo demostró por los edificios sepulcrales, construidos de cara al Oriente y con los nombres de las familias esculpidos; lo cual era propio de los atenienses. Algunos dicen que al Catálogo (30) de Homero, después del verso
Áyax de Salamina traía doce naves,
añadió el siguiente:
y las puso donde estaban las falanges
de los atenienses.
4. Desde entonces tuvo en su favor a la plebe, que gustosa quisiera fuera su rey (31); pero él no sólo no consintió sino que, como dice Sosícrates, aun se opuso vigorosamente a su pariente Pisístrato cuando supo que procuraba tiranizar la República. Estando congregado el pueblo, salió en público armado con peto y escudo y manifestó los intentos de Pisístrato. No sólo esto, sino que aun se mostró dispuesto al socorro, diciendo: «Oh atenienses, yo soy entre vosotros más sabio que unos y más valeroso que otros; soy más sabio que los que no advierten lo que fragua Pisístrato, y más valeroso que los que lo conocen y callan por miedo». El Senado, que estaba por Pisístrato, decía que Solón estaba loco; pero él respondió:
Dentro de breve tiempo, oh atenienses,
la verdad probará si estoy demente.
Los élegos que pronunció sobre la dominación tiránica que premeditaba Pisístrato son éstos:
Como las nubes, nieves y granizos
arrojan truenos, rayos y centellas,
así en ciudad de muchos poderosos
caerá el ciego pueblo en servidumbre.
No queriendo, pues, Solón sujetarse a Pisístrato, que finalmente tiranizó la República, dejó las armas delante del Pretorio, diciendo: «¡Oh patria!, te he auxiliado con palabras y con obras». Navegó a Egipto y Chipre. Estuvo con Creso y, preguntándole éste a quién tenía por feliz, respondió que «a Teyo Ateniense, a Cléobis y a Bito» con lo demás que de esto se cuenta. Dicen algunos que habiéndose adornado Creso una vez con toda clase de ornatos, sentado en su trono, le preguntó si había visto nunca espectáculo más bello, a lo cual respondió: «Lo he visto en los gallos, faisanes y pavos, pues éstos resplandecen con adornos naturales y maravillosa hermosura».
5. De aquí pasó a Cilicia; fundó una ciudad que de su nombre llamó Solos, y la pobló de habitantes atenienses, los cuales, como andando el tiempo perdiesen en parte el idioma patrio, se dijo que solecizaban. De aquí que se llamaran éstos solenses, y los de Chipre solios. Sabido que Pisístrato perseveraba en el reinado, escribió a los atenienses en esta forma:
Si oprimidos os veis, echad la culpa
sobre vosotros mismos, no a los dioses.
Dando a algunos poder, dando riquezas,
compráis la servidumbre más odiosa.
De ese varón os embelesa el habla,
y nada reparáis en sus acciones.
Hasta aquí Solón. Luego que Pisístrato supo su fuga, le escribió así: