LXXXIII Jonás, considerado históricamente

En el capítulo precedente se hizo referencia al relato histórico de Jonás y la ballena. Ahora bien, algunos de Nantucket desconfían de ese relato histórico de Jonás y la ballena. Pero, asimismo, había algunos griegos y romanos escépticos, que, separándose de los paganos ortodoxos de su época, dudaban igualmente del relato de Hércules y la ballena, y Arión y el delfín; y sin embargo, el hecho de que dudaran de esas tradiciones no las hizo menos reales ni en un apice.

La principal razón que un viejo ballenero de Sag-Harbour tenía para poner en duda el relato hebreo era ésta: él tenía una de esas extrañas Biblias a la antigua usanza, embellecida con grabados curiosos y nada científicos, uno de los cuales representaba la ballena de Jonás con dos chorros en la cabeza, peculiaridad sólo verdadera respecto a una especie del leviatán (la ballena franca y las variedades de esta orden), sobre la cual los balleneros tienen este proverbio: «Se ahogaría con un panecillo de a penique», ya que sus tragaderas son muy pequeñas. Pero para eso está dispuesta la respuesta anticipada del obispo Jebb. No es necesario, sugiere el obispo, que consideremos a Jonás emparedado en la panza de la ballena, sino temporalmente alojado en alguna parte de la boca. Y eso parece suficientemente razonable al buen obispo. Pues, realmente, en la boca de la ballena franca podrían instalarse un par de mesas de juego, sentando cómodamente a todos los jugadores. Es posible, también, que Jonás se hubiera escondido en un diente hueco; pero, pensándolo mejor, la ballena franca no tiene dientes.

Otra razón por la que el Sag-Harbour (así le llamaban) insistía en su falta de fe en ese asunto del profeta, era algo oscuramente referente al cuerpo encarcelado del profeta y a los jugos gástricos de la ballena. Pero esa objeción cae igualmente por tierra, porque un exegeta alemán supone que Jonás debió refugiarse en el cuerpo flotante de una ballena muerta, del mismo modo que los soldados franceses, en la campaña en Rusia, convirtieron en tiendas a sus caballos muertos y se metieron a gatas en ellas. Además, otros comentadores continentales han supuesto que, cuando Jonás fue lanzado por la borda del barco de Joppa, él se escapó derecho a otra embarcación cercana, alguna embarcación con una ballena por mascarón de proa y, yo añadiría, posiblemente llamada La Ballena, igual que ciertos navíos se bautizan hoy día como El Tiburón, La Gaviota, El Águila. Y tampoco han faltado doctores exegetas que han opinado que la ballena mencionada en el libro de Jonás quería indicar meramente un salvavidas —un pellejo inflado de viento— al que se acercó nadando el profeta en peligro, salvándose así de la condena acuática. Por consiguiente, el pobre de Sag-Harbour parece derrotado por todas partes. Pero todavía tenía otra razón para su falta de fe. Era ésta, si no recuerdo mal: Jonás fue tragado por la ballena en el mar Mediterráneo, y al cabo de tres días fue vomitado en algún lugar a unos tres días de viaje de Nínive, una ciudad junto al Tigris, a mucho más de tres días de viaje del punto más cercano de la costa mediterránea. ¿Cómo es eso?

Pero ¿no había otro modo de que la ballena dejara en tierra al profeta a tan corta distancia de Nínive? Sí. Podía haberle llevado dando la vuelta al cabo de Buena Esperanza. Pero, para no hablar de la travesía a todo lo largo del Mediterráneo, y otra travesía por el golfo Pérsico y el mar Rojo, tal suposición implicaría la completa circunnavegación de África, en tres días, para no hablar de que las aguas del Tigris, junto a Nínive, son demasiado superficiales para que nade en ellas una ballena. Además, la idea de que Jonás doblara el cabo de Buena Esperanza en tiempos tan antiguos le quitaría el honor del descubrimiento de ese gran promontorio a Bartolomé Díaz, y daría así un mentís a la historia moderna.

Pero todos esos necios argumentos del viejo de Sag-Harbour evidenciaban sólo el necio orgullo de su razón: cosa más reprensible en él, visto que tenía pocos conocimientos, salvo lo que había ido sacando del sol y del mar. Digo que sólo muestra su necio e impío orgullo, y su abominable y diabólica rebelión contra la reverenda clerecía. Pues un sacerdote católico portugués presentó esa misma idea, de que Jonás hubiera ido a Nínive vía cabo de Buena Esperanza, como manifestación y presagio del milagro general. Y así fue. Además, en nuestros días, los ilustradísimos turcos creen en el relato histórico de Jonás. Y hace unos tres siglos, un viajero inglés, en los antiguos Viajes de Harris, hablaba de una mezquita turca construida en honor de Jonás, en la que había una lámpara milagrosa que ardía sin aceite.

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