Capítulo XLV

De la batalla de Dreux

En nuestra batalla de Dreux[371] hubo bastantes incidentes curiosos; mas aquellos que no favorecen mucho la reputación militar del duque de Guisa aseguran que éste no puede excusarse de haberse detenido y aguardado con las fuerzas que mandaba, mientras atacaba la artillería al condestable, que era el jefe del ejército. Aquéllos añaden que hubiera valido más correr el riesgo de atacar por el flanco al enemigo, que aguardar la ventaja de verlo pasar, y sufrir una pérdida tan importante. Además de lo que el desenlace testifica, quien discuta sin pasión se verá obligado a confesar, a mi entender, que el designio y último propósito, no sólo de un capitán, sino de todo soldado, debe encaminarse a la victoria en conjunto, y que ninguna circunstancia particular, sea cual fuere el interés que revista, debe apartar la mira de aquel fin. Filopómeno en un encuentro con Macanidas, envió a la vanguardia para comenzar la escaramuza una nutrida tropa de arqueros y piqueros; el enemigo, luego de haberlos derrotado, los persiguió con encarnizamiento, y pasando después de la victoria a lo largo de la falange en que es encontraba Filopómeno, aunque sus soldados estuvieran briosos, éste no se movió de su lugar ni presentó batalla para auxiliar a sus huestes; pero habiendo consentido en verlas destrozar ante sus ojos, emprendió la carga y atacó a la infantería cuando la vio abandonada por las gentes de a caballo. Aunque eran lacedemnonios, como se las hubo con ellos en el momento en que creían tener ganada la partida, comenzaron pronto a desordenarse y pudo con facilidad vencerlos, perdiendo luego a Macanidas. Este caso es en todo parecido al del señor duque de Guisa.

En la encarnizada batalla de Agesilao contra los beocios, en que Jenofonte se encontró, y a la cual llama la más terrible que jamás viera, Agesilao rechazó la ventaja que la fortuna le ofrecía de dejar libre el paso a las tropas beocias, y el atacarlas por la retaguardia, aunque de tal suerte tuviera por cierta la victoria, estimando que en ello había más argucia que valentía; y para mostrar su proeza, lleno de un ardor singular, prefirió embestir de frente, pero fue derrotado y herido, y se vio obligado a salir de su situación tomando el partido que había rechazado; al comienzo separó a sus gentes para dejar paso al torrente de beocios, y luego que hubieron desfilado, fijándose en que marchaban en desorden, como quien cree estar fuera de todo riesgo, los siguió y atacó por los flancos, mas no por ello pudo cortarles la retirada, porque se alejaron despacio, mostrándose siempre fieros hasta que se pusieron en salvo.

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