- XI - [1525]

A la Señorita de Montaigne, mi esposa

Esposa, bien sabéis que no es del caso para un hombre probo conforme a la usanza de estos tiempos, el que a estas fechas os corteje y acaricie; pues dicen que un varón diestro puede muy bien tomar mujer, pero que el casarse es propio de los tontos. Dejémosles decir: yo por mi parte me atengo al ingenuo modo de la edad pasada, como así lo muestran ha poco mis cabellos.

Y en verdad que la novedad cuesta tan cara ahora a este pobre Estado (y no sé si aun nos quedan duros males que sufrir) que en todo y por todo abandono su partido. Vivamos, pues, mujer mía, vos y yo, a la antigua usanza francesa. Ahora bien, recordaréis que el señor de La Boëtie, aquel hermano querido y compañero inviolable, me dio al morir sus papeles y sus libros los cuales fueron luego para mí la más favorecida entre todas mis cosas. De ellos no quiero avaramente disfrutar yo sólo, ni merezco tampoco que exclusivamente me aleccionen, por lo cual experimenté deseos de hacer partícipes a mis amigos. Y como ninguno tengo, a lo que creo, tan privado como vos, os envío la carta consolatoria de Plutarco a su esposa, traducida por aquél en francés, muy apenado de que la fortuna os haya hecho tan adecuado este presente, y de que teniendo sólo una hija, largo tiempo esperada al cabo de cuatro años de matrimonio, la perdierais en el segundo mes de su vida. Pero encomiendo a Plutarco el cuidado de consolaros y de advertiros sobre vuestro deber en este punto, suplicándoos que le otorguéis crédito por el amor que yo os inspiro, pues os descubrirá mis intenciones junto con todo lo pertinente en este caso, mucho mejor que yo mismo. Con lo cual, esposa, me recomiendo eficazmente a vuestra gracia, y ruego a Dios que os mantenga en su santa guarda. De París, a 16 de septiembre de 1570.

Vuestro buen marido.

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