26. Los Sacerdotes

Y un día Zaratustra hizo una señal a sus discípulos y les dijo estas palabras:

"Aquí hay sacerdotes: pero aunque sean mis enemigos, ¡pasad de ellos tranquilamente y con las espadas dormidas!

Incluso entre ellos hay héroes; muchos de ellos han sufrido demasiado: por eso quieren hacer sufrir a los demás.

Malos enemigos son: nada es más vengativo que su mansedumbre. Y fácilmente se ensucia quien los toca. Pero mi sangre está emparentada con la suya, y quiero ver mi sangre honrada en la suya".

Y cuando hubieron pasado, un dolor atacó a Zaratustra; pero no hacía mucho que luchaba contra el dolor, cuando empezó a hablar así:

Me conmueve el corazón por esos sacerdotes. También van en contra de mi gusto; pero eso es lo de menos para mí, ya que estoy entre hombres.

Pero yo sufro y he sufrido con ellos: prisioneros son para mí, y estigmatizados. Aquel a quien llaman Salvador les puso grilletes:-

¡En grilletes de falsos valores y palabras fatuas! ¡Oh, que alguien los salve de su Salvador!

Una vez pensaron que habían desembarcado en una isla, cuando el mar los zarandeó; pero he aquí que era un monstruo dormido.

Los falsos valores y las palabras fatuas: estos son los peores monstruos para los mortales, que duermen mucho y esperan el destino que les espera.

Pero al final llega y se despierta y devora y engulle todo lo que ha construido tabernáculos en él.

¡Oh, sólo mira esos tabernáculos que esos sacerdotes han construido ellos mismos! ¡Iglesias, llaman a sus cuevas de dulce aroma!

¡Oh, esa luz falsificada, ese aire mustificado! ¡Donde el alma no puede volar a su altura!

Pero así lo exige su creencia: "¡De rodillas, subid la escalera, pecadores!"

¡Prefiero ver a un desvergonzado que los ojos distorsionados de su vergüenza y devoción!

¿Quiénes crearon para sí mismos tales cuevas y escaleras de penitencia? ¿No fueron los que trataron de ocultarse y se avergonzaron bajo el cielo claro? Y sólo cuando el cielo claro vuelva a mirar a través de los tejados en ruinas, y sobre la hierba y las amapolas rojas de los muros en ruinas, volveré a dirigir mi corazón a las sedes de este Dios.

Llamaban Dios a lo que se les oponía y afligía: ¡y en verdad, había mucho espíritu de héroe en su culto!

Y no supieron amar a su Dios de otra manera que clavando a los hombres en la cruz.

Como cadáveres creyeron vivir; en negro se cubrieron sus cadáveres; incluso en su charla todavía siento el mal sabor de las morgues.

Y quien vive cerca de ellos, vive cerca de los charcos negros, donde el sapo canta su canción con dulce gravedad.

Mejores canciones tendrían que cantar, para que yo creyera en su Salvador: ¡más! como salvados tendrían que aparecerse sus discípulos.

Desnudos, me gustaría verlos: pues sólo la belleza debería predicar la penitencia. ¡Pero a quién convencería esa aflicción disfrazada!

Sus mismos salvadores no vinieron de la libertad ni del séptimo cielo de la libertad; ellos mismos nunca pisaron las alfombras del conocimiento.

El espíritu de aquellos salvadores consistía en defectos; pero en cada defecto habían puesto su ilusión, su parche, al que llamaban Dios.

En su piedad se ahogaba su espíritu; y cuando se hinchaban y desbordaban de piedad, siempre flotaba en la superficie una gran locura.

¡Con entusiasmo y con gritos condujeron a su rebaño por su pasarela; ¡como si no hubiera más que una pasarela hacia el futuro! esos pastores también eran todavía del rebaño!

Espíritus pequeños y almas espaciosas tenían aquellos pastores: perohermanos míos, ¡qué pequeños dominios han sido hasta ahora incluso las almas más espaciosas

Personajes de sangre escribieron en el camino que recorrieron, y su locura enseñó que la verdad se prueba con sangre.

Pero la sangre es el peor testigo de la verdad; la sangre mancha la enseñanza más pura, y la convierte en engaño y odio de corazón.

Y cuando una persona pasa por el fuego por su enseñanza, ¡qué demuestra eso! Es más, en verdad, ¡cuando de la propia quema sale la propia enseñanza!

Corazón sensual y cabeza fría; donde estos se encuentran, surge el fanfarrón, el "salvador".

En verdad, han existido otros más grandes y de más alta alcurnia que aquellos a los que el pueblo llama salvadores, esos fanfarrones arrebatadores.

Y por otros aún más grandes que cualquiera de los salvadores debéis ser salvados, hermanos míos, si queréis encontrar el camino de la libertad.

Nunca ha habido un Superman. Desnudos he visto a los dos, al hombre más grande y al pequeño:-

Demasiado parecidos son todavía entre sí. Incluso el más grande encontró que yo... ¡demasiado humano!


Así habló Zaratustra.

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