30. Los famosos Reyes Magos

Al pueblo habéis servido y a la superstición del pueblo, no a la verdad, todos vosotros, famosos sabios. Y sólo por eso os rindieron pleitesía.

Y también por eso toleraron tu incredulidad, porque era un placer y un camino para el pueblo. Así es como el amo da rienda suelta a sus esclavos, e incluso disfruta de su presunción.

Pero el que es odiado por el pueblo, como el lobo por los perros, es el espíritu libre, el enemigo de las cadenas, el no cazador, el habitante del bosque.

Cazarlo fuera de su guarida, eso siempre fue llamado por el pueblo "sentido del derecho": sobre él aún persiguen sus perros de dientes más afilados.

"¡Porque allí está la verdad, donde está la gente! Ay, ay de los que buscan!" - así ha resonado a través de todos los tiempos.

Tu pueblo te justificaría en su reverencia: que te llamó "Voluntad de la Verdad", ¡famosos sabios!

Y tu corazón siempre se ha dicho a sí mismo: "Del pueblo he venido: de ahí me vino también la voz de Dios".

Tiesos y arteros, como el culo, habéis sido siempre, como los defensores del pueblo.

Y muchos poderosos que querían correr bien con el pueblo, han enjaezado delante de sus caballos un asno, un famoso sabio.

Y ahora, famosos sabios, ¡quiero que os despojéis por fin de toda la piel del león!

La piel de la bestia de rapiña, la piel moteada y los mechones despeinados del investigador, del buscador y del conquistador.

Ah! para que yo aprenda a creer en tu "conciencia", primero tendrías que romper tu venerable voluntad.

Concienzudo- así llamo yo al que se adentra en los páramos abandonados por Dios, y ha roto su venerable corazón.

En las arenas amarillas y quemadas por el sol, mira sin duda con sed las islas ricas en fuentes, donde la vida reposa bajo los árboles sombríos.

Pero su sed no le persuade a ser como esos cómodos: porque donde hay oasis, también hay ídolos.

Hambriento, feroz, solitario, abandonado por Dios: así desea la voluntad del león.

Libre de la felicidad de los esclavos, redimida de deidades y adoraciones, sin miedo y con temor, grandiosa y solitaria: así es la voluntad del consciente.

En el desierto han habitado siempre los concienciados, los espíritus libres, como señores del desierto; pero en las ciudades habitan los bien alimentados, los famosos sabios: las bestias de tiro.

Porque, siempre dibujan, como asnos, los carros del pueblo.

No es que los reprenda por eso, sino que siguen siendo sirvientes, y enjaezados, aunque brillen con arneses de oro.

Y muchas veces han sido buenos servidores y dignos de su salario. Porque así dice la virtud: "¡Si has de ser siervo, busca a aquel a quien tu servicio sea más útil!

El espíritu y la virtud de tu amo avanzarán siendo tú su siervo: ¡así avanzarás tú mismo con su espíritu y su virtud!"

Y, en verdad, ¡ustedes, famosos sabios, servidores del pueblo! Vosotros mismos habéis avanzado con el espíritu y la virtud del pueblo, ¡y el pueblo por vosotros! ¡A vuestro honor lo digo!

Pero el pueblo que queda para mí, incluso con sus virtudes, el pueblo con ojos ciegos- ¡el pueblo que no sabe lo que es el espíritu!

El espíritu es la vida que se corta en la vida: por su propia tortura aumenta su propio conocimiento,- ¿lo sabías antes?

Y la felicidad del espíritu es ésta: ser ungido y consagrado con lágrimas como una víctima de sacrificio, ¿lo sabías antes?

Y la ceguera del ciego, y su búsqueda y búsqueda a tientas, dará testimonio del poder del sol al que ha mirado, ¿lo sabías antes?

¡Y con las montañas aprenderá a construir el perspicaz! Es poca cosa para el espíritu remover montañas, ¿lo sabías antes?

Sólo conocéis las chispas del espíritu: ¡pero no veis el yunque que es, y la crueldad de su martillo!

No conoces el orgullo del espíritu. Pero aún menos podrías soportar la humildad del espíritu, si alguna vez quisiera hablar.

Y nunca pudiste arrojar tu espíritu a un pozo de nieve:¡ no eres lo suficientemente caliente para eso! Así que no eres consciente, también, del placer de su frialdad.

Sin embargo, en todos los aspectos, usted se familiariza demasiado con el espíritu; y de la sabiduría ha hecho a menudo una casa de limosnas y un hospital para los malos poetas.

No sois águilas: así nunca habéis experimentado la felicidad de la alarma del espíritu. Y quien no es un ave no debe acampar sobre los abismos.

Me parecéis tibios: pero fríamente fluye todo el conocimiento profundo. Fríos son los pozos más recónditos del espíritu: un refresco para las manos y los manipuladores calientes.

Respetables estáis allí, y rígidos, y con las espaldas rectas, vosotros, famosos sabios; ningún viento fuerte o voluntad os impulsa.

¿Nunca has visto una vela cruzando el mar, redondeada e inflada, y temblando con la violencia del viento?

Como la vela que tiembla con la violencia del espíritu, cruza el mar mi sabiduría, ¡mi sabiduría salvaje!

Pero ustedes, los servidores del pueblo, los famosos sabios, ¡cómo podrían ir conmigo!

Así habló Zaratustra.

 

 

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