Paso por este pueblo y dejo caer muchas palabras: pero no saben ni tomarlas ni retenerlas.
Se preguntan por qué no he venido a denunciar la veneración y el vicio; y, en verdad, tampoco he venido a prevenir a los carteristas.
Se preguntan por qué no estoy dispuesta a secundar y a avivar su sabiduría: ¡como si aún no tuvieran suficiente con los sabios, cuyas voces me rechinan en el oído como lápices de pizarra!
Y cuando grito: "Malditos sean todos los demonios cobardes que hay en ti, que prefieren lloriquear y cruzar las manos y adorar", entonces gritan: "Zaratustra es impío".
Y especialmente sus maestros de la sumisión gritan esto;- pero precisamente en sus oídos me encanta gritar: "¡Sí! ¡Soy Zaratustra, el impío!"
¡Esos maestros de la sumisión! Dondequiera que haya algo enclenque, o enfermizo, o costroso, allí se arrastran como piojos; y sólo mi asco me impide romperlos.
¡Bueno! Este es mi sermón para sus oídos: Yo soy Zaratustra el impío, que dice: "¿Quién es más impío que yo, para disfrutar de su enseñanza?"
Yo soy Zaratustra el impío: ¿dónde encuentro a mi igual? Y todos aquellos son mis iguales que se dan a sí mismos su Voluntad, y se despojan de toda sumisión.
¡Soy Zaratustra el impío! Cocino cualquier posibilidad en mi olla. Y sólo cuando está bien cocido lo acojo como mi comida.
Y, en verdad, muchas oportunidades vinieron imperiosamente a mí: pero aún más imperiosamente le habló mi Voluntad, -entonces se puso implorante de rodillas-.
-Implorando que pueda encontrar hogar y corazón conmigo, y diciendo halagadoramente: "¡Mira, oh Zaratustra, cómo el amigo sólo viene al amigo!"-
Pero ¡para qué hablar yo, si nadie tiene mis oídos! Y así lo gritaré a todos los vientos:
Siempre os hacéis más pequeños, gente pequeña. ¡Se desmoronan, ustedes los cómodos! Todavía perecerán...
-¡Por tus muchas pequeñas virtudes, por tus muchas pequeñas omisiones y por tus muchas pequeñas sumisiones!
Demasiado tierna, demasiado cariñosa: ¡así es su tierra! Pero para que un árbol llegue a ser grande, busca enredar las raíces duras alrededor de las rocas duras.
También lo que omites teje en la telaraña de todo el futuro humano; incluso tu nadería es una telaraña, y una araña que vive de la sangre del futuro.
Y cuando tomáis, entonces es como si robarais, pequeños virtuosos; pero incluso entre los truhanes el honor dice que "sólo se robará cuando no se pueda robar."
"Se da a sí mismo", eso también es una doctrina de sumisión. Pero yo os digo, vosotros los cómodos, que se toma a sí mismo, y siempre tomará más y más de vosotros.
¡Ah, que renuncies a toda media voluntad, y te decidas por la ociosidad como te decides por la acción!
Ah, que entiendas mi palabra: "Haz siempre lo que quieras, pero primero sé tal que puedas querer.
Amad siempre a vuestro prójimo como a vosotros mismos, pero primero sed tales que os améis a vosotros mismos.
-¡Como amar con gran amor, como amar con gran desprecio!" Así habla Zaratustra el impío.-
¡Pero para qué hablar yo, si nadie tiene mis oídos! Todavía es una hora demasiado temprano para mí aquí.
Mi propio precursor soy yo entre este pueblo, mi propio canto del gallo en las calles oscuras.
¡Pero llega su hora! ¡Y llega también la mía! Cada hora se vuelven más pequeñas, más pobres, más infructuosas, ¡pobres hierbas! ¡pobre tierra!
Y pronto estarán ante mí como la hierba seca y la pradera, y en verdad, cansados de sí mismos, y jadeando por el fuego, más que por el agua.
¡Oh, bendita hora del relámpago! Oh, misterio antes del mediodía! - Fuegos que corren haré un día de ellos, y heraldos con lenguas flameantes:-
-Ellos anunciarán un día con lenguas de fuego: ¡Se acerca, se acerca, el gran mediodía!
Así habló Zaratustra.