Sin embargo, apenas había salido Zaratustra de la cueva cuando el viejo mago se levantó, miró astutamente a su alrededor y dijo "¡Se ha ido!
Y ya, vosotros, hombres superiores -permitidme que os haga cosquillas con este nombre elogioso y halagador, como él mismo lo hace-, ya me ataca mi espíritu maligno de engaño y magia, mi diablo melancólico,
-que es un adversario de este Zaratustra desde el mismo corazón: ¡perdónalo por esto! Ahora desea suplicar ante ti, tiene su hora justa; en vano lucho con este espíritu maligno.
A todos vosotros, sean cuales sean los honores que queráis asumir en vuestros nombres, ya sea que os llaméis "los espíritus libres" o "los concienciados", o "los penitentes del espíritu", o "los desenfrenados", o "los grandes longevos"-.
-A todos vosotros, que como yo sufrís de la gran aversión, a los que el viejo Dios ha muerto, y aún no hay un nuevo Dios que yazca en cunas y pañales- a todos vosotros os es favorable mi espíritu maligno y mágico-diablo.
Os conozco, hombres superiores, le conozco a él,- conozco también a este demonio al que amo a pesar mío, a este Zaratustra: él mismo me parece a menudo como la bella máscara de un santo,
-Como una nueva y extraña momia en la que se deleita mi espíritu maligno, el diablo melancólico:-Amo a Zaratustra, así me parece a menudo, por el bien de mi espíritu maligno.
Pero ya me ataca y me constriñe, este espíritu de melancolía, este demonio del crepúsculo vespertino: y en verdad, ustedes, hombres superiores, tiene un anhelo...
-¡Abre los ojos! -tiene ganas de venir desnudo, si es macho o hembra, aún no lo sé: pero viene, me constriñe, ¡ay! abre el ingenio!
El día se apaga, a todas las cosas llega ahora la tarde, también a las mejores cosas; ¡escuchad ahora y ved, hombres superiores, qué demonio -hombre o mujer- es este espíritu de la melancolía vespertina!"
Así habló el viejo mago, miró astutamente a su alrededor y luego tomó su arpa.