¡Dulce lira! ¡Dulce lira! Amo tu tono, tu tono ebrio, ranúnculo! -¡Cuánto tiempo, cuánto ha llegado a mí tu tono, desde la distancia, desde los estanques del amor!
Vieja campana de reloj, dulce lira. Cada dolor ha desgarrado tu corazón, dolor de padre, dolor de padre, dolor de antepasado; tu discurso se ha vuelto maduro, -
-Maduro como el dorado otoño y la tarde, como mi corazón de ermitaño- ahora dices tú: El mundo mismo se ha vuelto maduro, la uva se vuelve marrón,
-Ahora desea morir, morir de felicidad. Ustedes, hombres superiores, ¿no lo sienten? Surge misteriosamente un olor,
-Un perfume y un olor de eternidad, un olor rosado, marrón, dorado, de vieja felicidad.
-De la felicidad ebria de la medianoche, que canta: ¡el mundo es profundo, y más profundo de lo que el día podría leer!