¡El dolor de Dios es más profundo, mundo extraño! ¡Agárrate al dolor de Dios, no a mí! ¿Qué soy yo? Una dulce lira borracha, -
-¡Un lirio de medianoche, una rana de campana, que nadie entiende, pero que debe hablar ante los sordos, vosotros, hombres superiores! ¡Porque no me entendéis!
¡Que se vaya! ¡Se ha ido! ¡Oh, juventud! ¡Oh, mediodía! ¡Oh, tarde! Ahora han llegado la tarde y la noche y la medianoche,- el perro aúlla, el viento:
-¿No es el viento un perro? Gime, ladra, aúlla. ¡Ah! Ah! cómo suspira! cómo ríe, cómo resopla y jadea, la medianoche!
¡Cómo habla ahora sobriamente esta poetisa borracha! ¿Acaso se ha excedido en su borrachera? ¿Se ha vuelto demasiado despierta? ¿Rumea?
-Su aflicción rumia, en sueños, la vieja y profunda medianoche- y aún más su alegría. Porque la alegría, aunque la desdicha sea profunda, es más profunda aún que la pena.