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Nunca mejor ocasión de repetir estas estrofas del ilustre anciano que hoy, pues parecen hechas expresamente para saludar la apertura del gran Certamen internacional que al tañido de la campana despierta á toda Europa, y para servir de himno á la Babel contemporánea, el coloso de las torres, la descomunal fábrica Eiffel. Tampoco encontraremos mejor coyuntura de meditar en las frases que Víctor Hugo consagra á la futura destrucción de París: á esa época venidera en que el Sena correrá silencioso y pálido entre olvidados y solitarios escombros, y en que de todo el esplendor de la antigua Lutecia quedarán sólo dos torres de granito construidas por Carlomagno y un pilar de bronce erigido por Napoleón. En efecto, si París dista mucho de haber llegado al caso de inspirar canciones del género de la malamente atribuída á Rioja sobre las ruinas de Itálica, es indudable que su estrella se oscurece desde la caída del Imperio, proscripción de la estirpe napoleónica y triunfo de Prusia.

Al comparar los resultados internacionales de la primer Exposición Universal francesa y de la que hoy se anuncia, vemos clarísima la verdad de esta observación. Nótese cuál fué la actitud de las naciones al recibir el convite para tomar parte en la liza, Alemania, desde lo alto de sus victorias, y mostrando su perseverancia en la línea de conducta política que se ha trazado, contesta muy clarito á la nota de Flourens que no le es posible acudir, y que ni oficial ni extraoficialmente estará representada en el Certamen. Austria-Hungría, con menos sequedad, pues siempre se ha preciado de cortés, pero con igual escrúpulo, declara que si facilitará á sus industriales y artistas medios de acudir y lucirse, no puede tener representación oficial. Italia, con su coquetona impudencia de bella mendica, sonriendo, alega que es muy pobre, y que mediante razones económicas, no le es factible estar representada tampoco. Inglaterra, correcta y prudente según costumbre, aduce la fecha del Centenario que ha de conmemorar la Exposición para abstenerse: mas como al fin es el país de la actividad y la iniciativa individuales, el lord Alcalde no vacila en aceptar la presidencia del Comité de la Exposición, y la industria inglesa pide en el Campo de Marte, para su instalación, la friolera de doce mil quinientos metros de área. Rusia misma, la gran simpatizadora, la aliada resuelta de Francia, no se determina á comprometerse enviando un comisario oficial; y si privadamente se mueve y coopera todo lo posible llevando al Certamen el atractivo de su arte oriental, de sus curiosas costumbres y sus típicos productos, delante de gente no permite rozar el armiño del imperial manto con la escarapela tricolor del sans culotte parisiense. ¿Y España?

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