¡la visitaré!
Con su constancia de enamorado, Rodolfo fué aquella noche á casa de su prima, donde supo que Marciana sabía la nueva del proyectado matrimonio.
Pocos eran los adornos que el jóven poseía, de aquellos atribuidos á él por las dos mujeres: era frívolo; tenía la nobleza de la conveniencia propia, del egoismo; carecía de ilustración, y en cuanto á su talento, era el de un hombre de mundo bien educado, pero incapaz de encarar sériamente una cuestión cualquiera que fuese; luego, su belleza nada tenía de varonil, salvo el bigote rubio y sedoso que cuidaba con sin igual esmero; quitado este, hubiera parecido una niña.
Sin embargo, con tales prendas hacía una guerra formidable á las mujeres, de quienes era un terrible conquistador: contábanse sus aventuras amorosas en todos los salones que él frecuentaba, aventuras en que muchas veces no tuvo que desempeñar sinó un papel enteramente pasivo: era él él conquistado en mil ocasiones, pero siempre aparecía como el conquistador.
Cuande supo lo acontecido con Marciana, pensó:
Como yo le he hecho un juramento que no he cumplido y que no pienso cumplir, y como ella no ignora que voy á casarme, su enojo contra mi será inmenso.
Pero, sin embargo, yo no puedo abandonar una presa que parecía tan fácil.
Eso sería echar por tierra un nombre de irresistible, adquirido en muchos años de contínuo triunfo, y no estoy dispuesto á semejante sacrificio.
Por otra parte, resta aun muchas mentiras que decirle, para que crea en la verdad de mi amor, y puede ser que con ellas logre vencerla. Pero como para eso es necesario ir á su casa...
¡No importa! Hace mucho que no voy á verla, pero la diré que, al saber que estaba enterada del triste asunto, he querido darla explícitas explicaciones .... Sí, eso es lo mejor.