VIII

¡las dos!

Rodolfo la tomó una mano, besóla con transporte -verdadero ó fingido- y murmuró al oiclo de la niña:

- Si tú eres mi prometida ¿á qué temes? ¿no te he jurado que me casaría contigo? Soy un caballero, y debes confiar en mi palabra! Marciana es una loca!

Ella, jubiloso el rostro, mirólo arrobada y exclamó:

- ¡Ah! cuánto, cuánto te quiero! ...

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