Era Reinaldo un hermoso joven de ojos eternamente pensativos, que parecia encontrarse fuera de su centro en aquellas reuniones bulliciosas. Bailó algunas veces con Isabel, conversando con ella amigablemente, y -peligrosa casualidad- tomando en muchas ocasiones por asunto las historias del corazón. Ella comprendió que Reinaldo sabia amar, y propúsose amarlo, porque no era como sus demás galanes, frívolos y tontos, sinó que demostraba, además de su ilustración esquisita, ciertas delicadezas, ciertos cuidados, que no se tienen infructuosamente con una mujer que se halla en las circunstancias en que se hallaba la joven. Él, habituado á las conquistas de salón, no dejó de ver el efecto que producía, y estrechó el cerco; desde entonces, cada vez que se encontraban en un baile ó una tertulia, era el primero entre los adoradores de la hermosa señora que se acercara á ella, para prodigarla esos hábiles cumplidos que habían, por fin, llegado á turbar su corazón vírgen todavía.
Cuando, al retirarse, en la soledad de su aposento, Isabel se examinaba íntimamente, el amor que en ella nacía para su adorador romántico no dejaba de mostrársele grande, inmenso, infinito; y entonces daba las gracias á los libros de todos los autores, que habían contribuido á arrancarle la venda de los ojos. ¡El amor! Existía, sí, ese dulce sentimiento de que ella dudaba en otras épocas, y era más dulce aún de lo que decían los poetas, entre las notas de su lira de oro; más grato que el canto de las aves, que el perfume de las flores, que todas las armonías de la naturaleza!... ¡Oh! ella no podía ya dudar de su existencia, porque lo sentía latir en su corazón!...
Julio no sospechaba ni remotamente lo que estaba pasando; entregábase al amor de la encantadora rúbia, á quien encontraba también en los bailes, y hacía caso omiso de su mujer, que no le amaba. El fuego se estingue siempre que le falta combustible ó aire, y él creyó que lo mismo había sucedido con el amor á su esposa, á causa de la frialdad con que era correspondido.
Las cosas estaban ya en el punto peligroso, y el desenlace iba acercándose.