Allí, vuelto á su vida anterior, pobremente vestido, con la barba desarreglada, el cabello largo y enmarañado, las manos callosas, lleno de fatiga, miró el taller abandonado, sin un rumor, sin un crujido de las maderas trabajadas antes, sin el chisporrotero del hogar en que se hacía la cola, sin la cantúria monótona de su mujer, que hacia dormir á los niños en la alcoba contigua ... Todo triste, solitario, tétrico... Las tinieblas lo rodeaban por todas partes, y parecían crecer á cada minuto; y al par crecían las sombras en su espíritu, en otras épocas feliz y descuidado. Entonces pensó; estaba en la obligación de pensar, de asistir nuevamente en su imajinación, á todas sus acciones del dia, y á pesarlas todas con su critério del miserable, no con su critério de hombre rico; volvía á ser el proletario, pero conservaba el recuerdo de su vida en medio del esplendor.
Y pensaba. Pensaba en sus hijos abandonados á manos mercenárias, que ya no podía sentar sobre sus rodillas, que casi no le conocían, que no le amaban por lo tanto. Pensaba en su mujer, convertida en gran señora, con hábitos de duquesa, que lo trataba de torpe á cada paso, que no le amaba tampoco, que vivía lejos de él, más lejos que si estuviese en el polo opuesto, á pesar de que vivieran en la misma casa; recordaba á su María de otras épocas, tan sencilla, tan buena, tan amante, y la comparaba con aquella otra María, tan altiva, tan orgullosa, tan fría en medio de su fastuoso palacio. Pensaba, pensaba sobre todo en que su corazón iba también endureciéndose por culpa de su orgullo de millonario; pensaba en el pobre Lúcas, arrojado por él, solo porque le había hecho recordar los servicios que le prestara en su antigua miseria, cuando era Juan, el carpintero ... Y pensaba también en su egoismo, cuando quería protejer en conjunto á sus ex-compañeros de dolores, solo para que no volvieran sus armas contra él ...
- ¡Ese no soy yo! exclamaba. ¡Que me vuelvan lo que me han quitado! Que me dén el amor de mi esposa, el cariño de mis hijos, el recuerdo de los beneficios que se me han hecho, el agradecimiento que me falta! ¡Que me quiten lo que me han dado de más! El egoismo, la dureza de corazón, la ruindad de sentimientos! ¡Oh! me han engañado vilmente, quitándome, por un poco de oro, todo lo mejor que poseia!
- Yo no te he engañado, dijo una voz en medio de la oscuridad.
- ¡Te atreves á decirlo!
- No te he dado más que la fortuna que ambicionabas.
- ¡Has endurecido mi corazón!
- Duro es el oro: tu corazón se habrá contagiado.
- ¡Me has quitado el amor de mi esposa!
- Es falso: tu esposa misma te lo quita, sin necesidad que yo me entrometa en ello. Pero, si ese te falta, con dinero podrás adquirir otros ...
- ¡Mis hijos se olvidan de mí por tu causa!
- Tienen otras cosas más importantes que hacer que acordarse de tí. ¿Acaso lo mereces? Eres rico; pero ellos, aunque tan niños, son ya más ilustrados que tú; por lo general, el hombre que sabe, desprecia al ignorante.
- ¡Me has hecho egoista!
- ¿A qué me culpas á mí de lo que no he hecho? Tus millones y tu orgullo te obligan á ser egoista, á mirar á tu yo engrandecido, y á respetarlo tú mismo; no soy culpable de ello.
- Pues si el dinero es quien hace todas esas cosas, tómalo, llévatelo; ya no lo deseo: ¿á qué desearlo, si es la causa de todos mis males?
- Ahí tienes la prueba de que no he querido engañarte: he puesto como condición que estudiaras tu nueva vida durante toda una semana; deja trascurrir siete dias más, y el encanto cesará.
- Yo quisiera que cesase hoy.
- Imposible: has aceptado mis condiciones y debes conformarte con ellas ...
La voz calló, y aunque Juan volvió á hacer numerosas preguntas, no obtuvo contestación: el silencio más profundo reinaba en el taller abandonado.
Y el carpintero se entregó á éste monólogo, hasta que al fin, el cansancio y el sueño lo rindieron.
- ¡Maldita sea la hora execrable en que quise verme rico, deseando una felicidad mayor que la que tenía! Héme aquí más pobre y miserable que nunca, pues me falta lo único apetecible: el cariño de los mios, que es tan suave y tan dulce como el calor del hogar que nos reunía por la noche!.... ¿Por qué deseamos siempre lo que no poseemos, creyendo en nuestra locura que en ello está la felicidad?... ¡Vida espantosa! ¡Fortuna que ódio! ¡Juro no ver á persona viviente hasta que vuelva á mi anterior estado! ¡Juro permanecer en mi habitación , hasta que pueda venir durante el dia á mi humilde taller, y trabajar en el hasta caer rendido, para no sufrir otras decepciones que desgarren mi corazón!