Á Ana Lin Payro
- ¿Así, pues, preguntó Arturo, hay siempre ese antagonismo entre los ricos y los pobres, y vice-versa?
- Sí, dijo el anciano. O, por lo menos, no he visto más que excepciones durante toda mi vida. Y también esa era la opinión de mi madre, cuando tenía más años que los que tengo yo ahora, y los cabellos tan blancos ya como un copo de algodón.
- ¿Cómo lo sabe Vd? preguntó Luis.
- ¿Cómo? Porque siempre me relataba un cuento, un cuento raro, que, según ella, debía llamarse "La existencia doble"
- ¡Veamos el cuento, veamos el cuento! exclamaron todos.
- Es largo, es difícil de contar, y quién sabe si acierto en mi ignorancia: mejor es que calle.
- ¡Nó, nó! ¡que lo cuente, que lo cuente! entonaron en coro.
- Si tal es el deseo de Vds... Pero quizá se arrepientan. No olviden que el cuento era relatado en aquella época por una mujer pobre; que hoy lo es por un hombre más pobre todavía; y que los que carecemos de fortuna, los que nos vemos obligados á trabajar hasta la edad más avanzada de la vida, tenemos mucha hiel que verter sobre los ricos...
- No importa, dijeron unos.
- ¡Tanto mejor! exclamaron otros.
- Siendo así, comenzaré mi cuento, pero les ruego que no me interrumpan, dijo el anciano componiéndose el pecho y paseando la vista en de rededor, mientras el más profundo silencio reinaba en la sala.