Una primera entrevista con una mujer bella, viuda y sola, no deja de tener sus sérios inconvenientes. El que la tiene, experimenta ciertas indecisiones, ciertas timideces imposibles de eludir, que, por más hombre de mundo que sea, lo ponen en el peligro de parecer ridículo en sumo grado. Sin embargo, Jorge no pasó por eso, aunque poco fué lo que hizo de su parte para conseguirlo. Soledad lo llevó al buen camino, comenzando por hablarle de música, de pintura, de poesía, de arte, en fin -conversación con que ya no es tan dificil pensar los primeros momentos, siempre enojosos. Como se hablara de la ültima obra aparecida, tocó el turno de ser el tema á su autor, y en seguida -como si dijéramos, por extensión- á los demás autores argentinos. De allí á las escritoras había ya poca distancia.
- Vea Vd, Jorge- dijo la dama, cuando se llegó á este punto- preciso es que las que escribimos tengamos un decidido amor al arte, para no echarnos atrás desde los primeros pasos. Todas las miradas están fijas en nosotras, y lo que es ligera falta en las demás mujeres, pasa á ser crimen en las artistas; no se nos perdona que tomemos la pluma entre los sonrosados dedos; pero como eso es demasiado poco para los que quieren enrostrárnoslo, se busca otros deslices, otros pecadillos, con qué envolver el pecado grande; y así la voz "literata," ha pasado, casi, á ser el sinónimo de otra voz que callo, y no porque me costara pronunciarla.
Difícil y peligroso era contestar esta frase; Jorge permaneció en silencio.
- Por otra parte, esta reputación que se nos hace, algunas veces sin motivo, nos tiene muy sin cuidado; y se explica, porque hay mil razones para ello ...
Permaneció un instante en silencio, y luego prosiguió:
- Sé que Vd. es una persona sensata, y que va á ser más amigo mio de lo que suponemos ambos: por esto quiero darle á conocer una pequeña historia, en la que fuí protagonista, y de la que guardo profundísimos recuerdos. Pero... costaríame algo relatársela á Vd. de viva voz, y como he hecho un esbozo de ella, con el objeto de escribir más tarde una novela, voy á entregarle á Vd., confidencialmente, el manuscrito... ¡Ah! no tema Vd: son pocas páginas; créame partidaria de decir mucho en cortas frases ... Además, por las razones que Vd. comprenderá, no he puesto mi nombre á la heroina.
Y esto diciendo, levantóse con gallardo ademán, desenvolviendo toda la régia magestad de sus formas, fué á un pequeño secretaire de laca, sacó de él unas cuantas hojas de papel blanco, llenas de patas de mosca, y las dió á Jorge, que las tomó lleno de curiosidad.
- Lo que hago con Vd. ahora, hace tiempo que no lo hago con nadie, dijo á Jorge aquella reina por la hermosura y por el talento. Crea Vd. que esta es una muestra de alto estima.
El afortunado escudriñador de misterios, agradeció con agudeza.
Largo rato duró aún la entrevista, al cabo de la cual, el joven salió de la casa, decididamente encantado de su nueva amiga, que prometía serlo mucho.
Cuando llegó á su habitación, no pudo contenerse por más tiempo: tomó el pequeño manuscrito, lleno de letras finas y apretadas, en el que leyó lo que copiamos en seguida.