VIII


Te he contado muy rápidamente esa escena, en la que apuré todos los tormentos imajinables. ¡Aún hoy me duele recordarla; tanto sufrí aquella noche!...

Y con razón: había asistido al derrumbe de todas mis ilusiones, con el rostro alegre y el corazón henchido de lágrimas; había, por placer, ido rompiendo una á una las fibras de mi pecho; había revuelto con mi propia mano el filoso puñal, en la herida horrible y sangrienta... Estas grandes pruebas retemplan el espíritu, es verdad; pero hacen sufrir demasiado... y luego ¡tardan tanto en producir sus frutos! ....

Desde aquella noche en que por primera vez me puse la careta, la he conservado cubriéndome el rostro durante un año entero. ¡Aquel año de locura en que juntos rodamos por el lodo, entre mujeres infames y hombres abyectos, respirando una atmósfera saturada por el hálito de todos los viciosos, de todos los seres débiles y desgraciados que esperan hallar alivio á sus pesares en medio de la degradación!....

¡Eso es lo que nunca perdonare á Laura; eso es lo que nunca me perdonaré á mi mismo! .....

¡Noche terrible fué aquella!

Escuchaste de mi boca las palabras de esa mujer. Estúdialas, y dime si puede llegar á más alto grado el cinismo en una joven que apenas ha pisado los umbrales de la vida, cuyo corazón debía haberse apenas abierto á las pasiones, ¡Y ya abyecta, ya cínica! ....

Tú te dices desgraciado, porque Enriqueta te niega su cariño.

¡Y yo, que habia visto en Laura todo lo contrario de lo que soñaba, que la quería con toda el alma, que iba á hacerla mi esposa, y me hallaba de pronto con una mujer prostituida, donde creí encontrar un ángel puro y casto, con un mónstruo, donde creí encontrar un portento de bondad y de pureza! ....

Porque aquella vindicación de que me hablaba, era un nuevo escárnio hecho á mi corazón herido ....

¡Oh! Puede ser que su alma haya sido pura, que sea verdad que su organismo la impelía al vicio. ¿Pero acaso podía yo creerlo? ¿Acaso podía perdonarla? ¡Por que siempre la impureza del cuerpo trae consigo la impureza del espíritu!...

¡Que me importa que fuera enferma!... Cuando tomamos una fruta hermosa y bien sazonada al parecer, y al partirla encontramos su carne roida por los asquerosos gusanos ¿nos atrevemos á tomarla, acaso? ¿no la arrojamos con disgusto, sin averiguar la causa de su repugnante estado? Y nadie, nadie, nos echa en cara ese abandono, ni aunque la fruta se haya contaminado con un motivo justo ....

¡Lo propio debía sucederme con aquella mujer! ....

Perdona si me exalto demasiado. Apesar de que todo pasó, me parece sufrir aún, como durante aquella noche, la primera de un Carnaval que duró tres dias, y de otro que duró un año... Después... ¡puede tanto la imaginación! ...

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