Abandonado Taco de los estipendiarios, huyó; pero de Mendes salió contra Nectanabis otro que fue declarado rey, y allegando cien mil hombres se presentó en la palestra. Mostrábase confiado Nectanabis, diciendo que aunque aparecía grande el número de los enemigos, eran gente colectiva y menestral, despreciable por su indisciplina; pero Agesilao le respondió que no era el número lo que temía, sino aquella misma indisciplina e impericia, que hacia muy difícil el poderlos engañar. Porque los engaños obran por medio de una cosa extraordinaria en el ánimo de los que se preparan a defenderse con conocimiento y esperanza de lo que ha de suceder; pero el que ni espera ni medita nada no da asidero a que se le haga ilusión, así como en la lucha no presenta flanco por donde entrarle el que no se mueve; y a este tiempo envió también el Mendesio quien explorara a Agesilao. Temió, pues, Nectanabis, y previniéndole Agesilao que diera cuanto antes la batalla; y no creyera que podía pelear con el tiempo contra hombres inejercitados en la guerra, que con el gran número podrían envolverle, tenerle cercado y anticipársele en muchas cosas, concibió mayor sospecha y miedo contra él, y se retiró a una ciudad ventajosamente situada y rodeada de murallas en una gran circunferencia. Sintió vivamente Agesilao y llevó muy mal que se desconfiara de él; pero, causándole vergüenza el haberse de pasar segunda vez a otro, y retirarse al fin sin hacer nada, siguió a Nectanabis y se encerró con él dentro de aquel recinto.