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Acercándose los enemigos y formando trincheras para poner el sitio, concibió otra vez miedo el Egipcio, y quería salir a darles batalla, en lo que estaban muy de acuerdo con él los griegos, porque en aquel terreno se carecía de víveres; pero como Agesilao no viniese en ello, y antes mostrase resistencia era todavía más insultado y denostado de los Egipcios, que le llamaban traidor al rey. Sufría con gran paciencia estas calumnias, teniendo puesta su atención en el momento en que podría usar de su inteligencia en el arte de la guerra, lo que era de este modo: Habíanse propuesto los enemigos hacer un foso profundo alrededor de las murallas para dejarlos enteramente encerrados. Pues cuando ya los dos extremos de la zanja estaban cerca, yéndose a buscar el uno al otro para ceñir en círculo a la ciudad esperando que llegara la noche y dando orden de que se armasen a los Griegos, se fue para el Egipcio, y “Esta es- le dijo- ¡oh joven! la ocasión que para no malograrla no he querido anunciar hasta que ha llegado. Los enemigos mismos han provisto a vuestra seguridad con sus manos abriendo este foso, del cual la parte ya hecha es un impedimento para su gran número, y la parte que resta nos da la proporción de pelear con una exacta igualdad contra ellos. Ea, pues: muéstrate ahora varón esforzado y, cargando impetuosamente con nosotros, sálvate a ti mismo y salva al ejército, pues los enemigos que tendremos al frente no nos resistirán, y los otros, a causa del foso, no podrán ofendernos.” Maravillóse Nectanabis de la previsión de Agesilao, y puesto en medio de los Griegos acometió y rechazó fácilmente a los que se le opusieron. Cuando una vez tuvo ya Agesilao dócil y obediente a Nectanabis, lo condujo segunda vez a usar, como de una misma treta en la palestra, del mismo ardid con los enemigos. Porque ora huyendo y apareciéndose, y ora haciendo como que los perseguía, atrajo aquella muchedumbre a un sitio en que había una gran profundidad, rodeada de agua por uno y otro lado. Cerrando, pues, el medio, y ocupándolo con el frente de su batalla, arrojó sobre la muchedumbre a los enemigos que quisieron pelear, viendo que no tenían medio de envolverle y cercarle; así murieron muchos, y los que pudieron huir se dividieron y dispersaron.

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