Pidió Pompeyo por estos últimos sucesos el triunfo, y fue Sila el que le hizo oposición, pues la ley no lo concede sino al cónsul o al pretor, y a ningún otro; por lo mismo el primero de los Escipiones, que consiguió en España de los Cartagineses más señaladas victorias, no pidió el triunfo, porque no era ni cónsul ni pretor; decía, pues, que si entraba triunfante en la ciudad Pompeyo, que todavía era imberbe, y por razón de la edad no tenía cabida en el Senado, se harían odiosos: en el mismo Sila la autoridad, y en Pompeyo este honor. De este modo le hablaba Sila para que entendiera que no se lo consentiría, sino que le sería contrario y reprimiría su temeridad si no desistía del intento. Mas no por esto cedió Pompeyo, sino que previno a Sila observase que más son los que saludan al Sol en su oriente que en su ocaso, dándole a entender que su poder florecía entonces y el de Sila iba decreciendo y marchitándose. No lo percibió bien Sila, y observando por los semblantes y el gesto de los que lo habían oído que les había causado admiración, preguntó qué era lo que había dicho, e informado, aturdiéndose de la resolución de Pompeyo, dijo por dos veces seguidas: “que triunfe, que triunfe”. Como otros muchos mostrasen también disgusto e incomodidad, queriendo Pompeyo- según se dice- mortificarlos más, intentó ser conducido en la pompa en carro tirado por cuatro elefantes, porque en la presa había traído muchos del África, de los que pertenecían al rey; pero por ser la puerta más estrecha de lo que era menester, abandonó esta idea y hubo de contentarse con caballos. No habían los soldados conseguido todo lo que se habían imaginado, y como por esto tratasen de revolver y alborotar, dijo que nada le importaba y que antes dejaría el triunfo que usar con ellos de adulación y bajeza. Entonces Servilio, varón muy principal y uno de los más se habían opuesto al triunfo de Pompeyo: “Ahora veo- dijo- que Pompeyo es verdaderamente grande y digno del triunfo”, Es bien claro que si hubiera querido habría alcanzado fácilmente ser del Senado, sino que, como dicen, quiso sacar lo glorioso de lo extraordinario; porque no habría tenido nada de maravilloso el que antes de la edad hubiera sido senador, y era mucho más brillante haber triunfado antes de serlo; y aun esto mismo contribuyó no poco para aumentar hacia él el amor y benevolencia de la muchedumbre, porque mostraba placer el pueblo de verle después del triunfo contado entre los del orden ecuestre.