Mas Pompeyo se dirigió a la Armenia llamado por Tigranes el joven, que, habiéndose ya rebelado al padre, salió a unirse con aquél junto al río Araxes, el cual, naciendo de los mismos montes que el Éufrates, vuelve luego hacia el Oriente y desagua en el Mar Caspio. Recorrieron, pues, juntos las ciudades y las fueron reduciendo; y Tigranes el mayor, que poco antes había sido arruinado por Luculo, sabedor de que Pompeyo era benigno y dulce de condición, admitió guarnición en su corte, y acompañado de sus amigos y deudos fue a hacerle entrega de su persona. Llegó a caballo hasta el valladar, donde dos lictores de Pompeyo le salieron al encuentro y le previnieron bajase del caballo y continuase a pie, porque jamás se había visto a hombre ninguno a caballo dentro de un campamento de los Romanos. Condescendió en ello Tigranes, y desciñéndose la espada se la entregó. Finalmente, cuando llegó ante el mismo Pompeyo, quitóse la tiara, hizo acción de ponerla a sus pies, e inclinando el cuerpo iba a postrarse con la mayor bajeza ante él, cuando Pompeyo, alargándole la diestra, lo levantó y lo sentó a su lado, colocando al otro a su hijo. De todo lo demás les dijo que debían culpar a Luculo, que era quien les había quitado la Siria, la Fenicia, la Cilicia, la Galacia y la Sofena; que lo que hasta entonces habían conservado lo retendrían pagando seis mil talentos a los Romanos en pena de sus ofensas, y que en la Sofena reinaría el hijo. A Tigranes fueron muy agradables estas disposiciones; y habiendo sido aclamado rey por los Romanos, en muestra de su alegría ofreció dar a cada soldado media mina de plata, diez minas a cada centurión y un talento a cada tribuno; pero el hijo se disgustó, y llamado a la cena respondió que no necesitaba de Pompeyo, que así creía honrarle, porque él encontraría otro entre los Romanos; de resulta de lo cual se le puso en prisión para el triunfo. De allí a poco envió Fraates, rey de los Partos, a reclamar a este joven por ser su yerno, y al mismo tiempo pedía que pusiera Pompeyo al Éufrates por límite de sus provincias, a lo que contestó éste que Tigranes más pertenecía al padre que al suegro, y que en cuanto al límite, se señalaría el que fuese justo.