Dejando a Afranio de guarnición en la Armenia, le fue preciso marchar contra Mitridates por medio de las naciones que habitan el Cáucaso. De éstas, las más populosas son los Albanos y los Iberes: los Iberes están situados en las faldas de los montes Mósquicos, y los Albanos se inclinan más al oriente y al Mar Caspio. Éstos, al principio, pidiéndoles Pompeyo el paso, se le habían concedido; pero habiendo cogido el invierno al ejército en aquel país y habiendo tenido los Romanos que celebrar la fiesta de los Sa- turnales, se dispusieron a acometerles en número de cuarenta mil a lo menos cuando fueran a pasar el río Cirno, que, naciendo de los montes Iberios y recibiendo al Araxes, que baja de la Armenia, desagua por doce bocas en el Mar Caspio; pero otros dicen que no sucede esto al Araxes, sino que, corriendo cerca de aquel, entra por sí solo en este mar. Pompeyo pudo oponerse a los enemigos al tiempo del paso, pero los dejó que pasaran con todo sosiego, y cargando con seguridad sobre ellos los rechazó y deshizo. Como después el rey le hiciese súplicas y enviase embajadores, perdonándole aquella injusta agresión hizo alianza con él y marchó contra los Iberes, que no eran inferiores en número, y que, siendo más belicosos que los demás, deseaban con ardor servir a Mitridates y alejar de allí a Pompeyo. Porque los Iberes no estuvieron nunca sujetos ni a los Medos ni a los Persas, y aun se libraron de la dominación de los Macedonios por haber sido precipitado el paso de Alejandro por la Hircania. Mas a pesar de todo esto los derrotó Pompeyo en una gran batalla en la que murieron nueve mil, y más de diez mil quedaron cautivos, entrando después en la Cólquide; allí, junto al Fasis, se le presentó Servilio trayendo las naves con que custodiaba el Ponto.